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Un cuento de miedo

Hay que distinguir, oh amable lector, lo que es un cuento de miedo de lo que es un cuento de asco. También hay que distinguir lo que es Miedo real y verdadero de lo que son "las recurrencias mortuorias", o sea, los tópicos y situaciones que convencionalmente conducen a la muerte o forman parte de su parafernalia supuesta o comprobable. Porque esto último no es autentico Miedo, sino simple tetricismo.

El Miedo es otra cosa. Erase una vez por lo tanto una persona completamente normal que vivía su vida cotidiana como normalmente lo hace la gente, cada cual a su manera. La única diferencia quizás es que estamos hablando de una persona muy intuitiva e inteligente y muy pensadora, que se fijaba en casi todo y lo computaba en su cerebro. Tal vez convendría que nuestro personaje fuera una mujer, -pongamos, una mujer anciana y hermosa que ya está de vuelta de todo el repertorio de sorpresas que puede ofrecer la vida humana-.

Se llama Eva. Eva es un nombre precioso que ha atraído siempre a muchos escritores, -(sobre todo a los más entendidos en misterios)-. Eva está ya de vuelta de la maternidad y del enamoramiento fácil. Hace mucho tiempo que consiguió adquirir el elixir de la eterna juventud y su aspecto actual es el de unos 29 ó 30 años; pero su alma es tan milenaria como la de la protagonista de la película El Ansia. Todos sus amores han muerto ya. Su antiguo nombre era Kirke, y fue un personaje famoso en la Grecia homérica, pero ya entonces había vivido muchos milenios, tánto que ni podría contarlos si quisiera hacerlo.

Eva es hermosa, -su verdadera pasión es ser hermosa eternamente, y sabe que jamás dejará de serlo-. Su problema entonces es la soledad. Siempre tendrá hombres que la amen por su belleza y por su imperecedera juventud, pero esos hombres irán muriendo, y el caudal invisible que discurre entre las orillas inmóviles del Tiempo se los irá llevando hacia el olvido del remoto pasado. Y Eva se irá quedando vez tras vez perpetuamente sola.

Los mortales tienen el consuelo de morirse y olvidar, -pero Eva no lo tiene-. Eva lo recuerda todo, absolutamente todo -menos el momento de su origen-.

Eva siente o piensa que si existiera Dios podría sonreírle y ser feliz, -por haber encontrado a otro condenado a ser eterno-, pero Eva es una diosa y los dioses son ateos. Su única esperanza está en que Dios exista alguna vez en el futuro; y por eso quiere seguir siendo eternamente hermosa, -para enamorarlo y hacerlo suyo-.

Cuando Eva contempla el cielo estrellado no le queda el recurso infantiloide de creer en la existencia de extraterrestres, -ya que ha sobradamente comprobado que no existe nadie más en todo el espaciotiempo, salvo ella y la vida terrestre que surgió de la nada para proporcionarle a ella el cuerpo en que habita-. No hay nadie más: Eva es El Principio, y por lo visto, todas las posiblidades parecen estar en que ese Principio siempre seguirá siendo idéntico a sí mismo y sin más derivaciones ni sucesiones: Eva ha tenido ya una cantidad innumerable de hijos, -como si fuera una abeja reina-, pero todos esos hijos fueron muriendo con el paso de los años y dejando descendientes que cada vez se parecen menos al Dios que Eva está esperando.

Las abejas reinas tontas están completamente satisfechas con su función, pero Eva es intuitiva e inteligente y comprende que su función maternal ha resultado completamente inútil. También fueron inútiles sus escarceos amorosos con los miles o millones de maridos y de amantes que ha tenido, -y que en los mejores casos resultaron en más hijos inútiles- : Todo ha sido inútil en su vida eterna, y Eva lo sabe mejor que nadie.

Por eso Eva tiene Miedo: -Es un miedo completamente sutil e imperceptible, pero desmesurado-. Tiene Miedo a resultar ser lo que se supone que es Dios, -un Ser completamente Insuperable y eternamente Solitario-.

A Eva le gusta visitar de vez en cuando los museos arqueológicos para volver a ver las estatuas que le hicieron los hombres de otros tiempos, -en Egipto, en Creta, en Grecia, en Roma, en la India...-, en todas partes. Y vuelve a comparar la exactitud o inexactitud de tales retratos. También le gusta ir a París a ver a La Gioconda, porque es ella tal como la vió Leonardo, -pero ambos sabían que ese cuadro es sólo una levísima aproximación a como Eva es realmente-.

Eva es tan hermosa que ningún ojo humano puede verla. Todos la ven guapa, pero Eva es mucho más que eso, -Eva es Divina, y la divinidad es invisible-.

Cuando por las noches se contempla en un espejo mágico se ve a sí misma en forma de orquídea de cristal en el fondo de los mares. Ella comprende perfectamente que es un Monstruo, y que si los humanos la vieran tal cual es se horrorizarían.

Por eso tiene Miedo.

Manú

 

Un cuento azul

A veces las plumas revuelan en el aire sin pájaro dentro. Otras veces son las notas musicales las que se escapan de la partitura y se lanzan al vacío. Y en ciertas ocasiones son las gotas de agua las que se van del mar y lo dejan completamente seco.

¿Qué sería del cielo sin su color, sin sus estrellas, sin sus nubes ni sus brumas? Da espanto pensar lo que sería. -Como un pozo, pero para arriba, con su negra humedad y su hálito frío tirando de uno hacia el Abismo-.

Las plumas que revuelan por el aire son las plumas del otoño pajaril, que el viento arrastra por las rizosas curvaturas de la nada, -invisibles curvaturas pero ciertas, demostrables por sus efectos-. Las notas perdidas de la música se agrupan en pandillas y forman tarareos y cancioncillas que no ha compuesto nadie, -buscan bocas donde posarse y juguetear un rato-. Las gotas de espuma que del mar se fueron buscan hojas de árboles de cuyo filo colgarse como diminutos trapecistas en los trapecios de un circo abierto universal, y también buscan ojos y mejillas como toboganes donde simular ser lágrimas.

Erase una pluma que bogaba por el aire como una barca con muchos remos. Dentro de la pluma viajaban media docena de elfos. Los niños modernos no conocen a los elfos por ese nombre, sino por el nombre de pitufos. Los elfos son suspiritos azules. Su única palabra es "pitufar". Hay elfos y sílfides, (que es el femenino). Las sílfides son más guapas, pero los elfos también son muy lindos. Iban seis en total dentro de la pluma, -pero atención: No podían ser tres y tres-. No podían ser tres elfos y tres sílfides; porque eso sería ir en parejas, y los elfos son ante todo e intensamente colectivistas. Así que en la pluma voladora viajaban, o bien un elfo y cinco sílfides, o bien dos elfos y cuatro sílfides, o buen cuatro sílfides y dos elfos, o bien cinco sílfides y un solo elfo, o bien seis elfos, o bien seis sílfides.

Sea lo que fueran iban seis. En un determinado momento pasaron junto a la copa de una palmera, y dijeron "Esto es Africa o California, pero también puede que sea Alicante". Los otros tres que no habían pronunciado ninguno de esos nombres abrieron sus ojos como platos y torcieron sus boquillas con incredulidad. "Hay más sitios con palmeras en el mundo" dijo el cuarto elfo, que era enano, -(en comparación con los otros cinco)-, "Y hay palmeras de muchas clases" añadió el quinto elfo, que era una sílfide, encasquetándose hasta las orejas su gorro frigio que se le había torcido por el viento. "Estoy segura de ello" completó otra sílfide y ya eran dos. O sea, que tenemos en la pluma voladora cuatro elfos y dos sílfides. Y ahora vamos con los nombres:

Uno, Dos, Tres, Cuatro, Cinca y Seisa, eran los nombres de los airenautas.

Pasaron ampliamente de la palmera, y como esto no es un relato de viajes sino un cuento azul, no llegaron a ninguna parte. Uno y Dos movían los remos delanteros, Tres y Cuatro movían los remos del centro de la pluma, y las dos chicas movían los remos posteriores, -y el timón, que es el rabito de la pluma-.

Pero como las sílfides no suelen ser expertas en la navegación aérea la pluma iba dando tumbos y sin una dirección fija que pudiera llamarse tal. Tampoco los tumbos y la desorientación molestaban poco ni mucho a nuestros seis amiguillos especialmente, ya que los elfos -específicamente hablando- no son seres que tengan mucho interés en desplazarse, sino que su objetivo y mayor preocupación consiste en permanecer en algún lugar maravilloso pero sin estarse quietos. Ellos tienen un reino que gobierna un anciano llamado el Rey que tiene una hija preciosa llamada la Princesa. Al lado del trono hay un baúl que contiene un pergamino donde están escritos tres sortilegios mágicos.

NOTA DEL EDITOR: Hay autores que afirman que cada uno de los tres sortilegios mágicos escritos en el pergamino no puede ser recitado más que una vez y que luego desaparece. Pero otros autores aseguran que los tres sortilegios mágicos pueden ser recitados cuantas veces quiera el Rey, y que son como el embrague, el freno y el acelerador de un coche.

También ocurría antes -(y esto no sabemos si es NOTA o no)- que como las fronteras del reino de los elfos son fluctuantes, y limita al norte con la tierra de los unicornios, y al sur con la tierra de los hombres, y al este con la tierra de los magos, y al oeste con la tierra de los cíclopes, unas veces por unas causas y otras veces por otras, el Rey tenía que echar mano del pergamino para recitar el sortilegio correspondiente para evitar un encontronazo, o para evitar ser invadido por los reinos vecinos, o para aparcar el reino en lugar seguro. Y esto es lo que demuestra que los sortilegios del pergamino del baúl pueden ser recitados infinidad de veces. Fin de la NOTA o de lo que sea.

Iban pues nuestros seis elfitos en su pluma, sorteando con una habilidad innata a las hadas viajeras y a los rayos de sol. Las hadas, como todo el mundo sabe, son casi todas buenas y bonitas, pero algunas son malas y feas. Los rayos de sol son todos guapitos y simpáticos. Viajan mucho. Los rayos de sol son mucho más rápidos que las hadas, pero éstas tampoco se quedan cortas. Un hada en buenas condiciones físicas puede volar a la velocidad de la mariposa, pero su vuelo nunca es rectilíneo; así que por más que aceleren casi siempre están en el mismo sitio. Y esto es lo que ha hecho pensar a los elfos más sabios y más viejísimos en la Teoría del Desplazamiento Nulo a Velocidades Infinitas. Porque no se crea que los elfos son unos ignorantes como los niños chicos de la tierra de los hombres, ni como los unicornios, que lo único que saben es lucirse y embestir, ni como los cíclopes, que hacen como que piensan, -pero que en realidad no pueden pensar-, qué va, hasta los elfos más tontos son más sabios que los magos más inteligentes.

La condición élfica es eminentemente mental e intuitiva, -y son azules porque éste es el color del cielo cuando se merece de verdad llamarse cielo-. De noche el cielo es que no existe, sino que lo que hay en su lugar son las estrellas del firmamento, -que es otra cosa-. Otro nombre de los elfos y de las sílfides -además de el de "pitufos"- es el de "ideas". Los elfos son ideas.

Encambio las hadas son "ensoñaciones" o "imaginaciones", los unicornios son "fuerzas", los cíclopes son "máquinas", los hombres son "hombres" y "mujeres", y los magos son "magos". Y todo esto lo saben muy bien los elfos.

"Como no cese el viento por completo no vamos a poder aterrizar nunca" dijo Uno, y Dos asintió con la cabeza. "Nunca es demasiado decir" dijo Cinca, "si el viento no cesa ahora cesará después; pero algún día tendrá que hacerlo siquiera un ratito". Y Seisa dijo "Desde luego". "Si tuviéramos suerte" añadió Tres después de pensárselo un rato "aterrizaríamos entre las hierbitas, junto a algún arroyuelo puro y cristalino, porque tengo mucha sed". Y el resto de la tripulación asintieron en silencio. Entonces concentraron sus mentes en lo de aterrizar en la hierbita al lado de un riachuelo, -y oh prodigio, el viento cesó-.

La pluma fue descendiendo balanceándose levemente y aterrizó.

Los seis elfos echaron pie a tierra y se tumbaron en la orilla para aplacar su sed en las aguas puras y cristalinas de un río liliputiense que discurría por allí.

Después merendaron ambrosía y un sorbo de néctar de sus cantimploras.

Y como se estaba haciendo de noche decidieron acampar allí bajo una hoja.

Manú

 

El sembrador de fe

Cualquier persona -que no sea un pobre de espíritu- puede ser un sembrador de fe: -es muy fácil-: Se toman los granitos de fe y se van depositando cuidadosamente en las cosas y lugares donde valga la pena que germinen, crezcan y prosperen.

Como los granitos de fe no existen, hay que tratarlos con suma delicadeza y respeto, -nada de tirarlos a voleo como si fueran granos de trigo-, sino que hay que depositarlos -lo que se dice "depositarlos"- como se hace con los objetos cristalinos extremadamente frágiles.

Una vez colocado en su lugar el granito de fe, hay que regarlo con una mirada bonita, -o sea, con Luz-, y con una sonrisa que le va a servir de abono. La fe es lo más débil que existe antes de germinar, pero luego que echa raíces se convierte en la cosa más dura y poderosa que puede existir en este mundo.

También pasa otra cosa, -y es que la fe no puede sembrarse con etiqueta ni con un prospecto explicativo ni con ninguna añadidura que no sea la fe limpia y sin cascarillas-. Un sembrador de fe debe tener esto muy en cuenta, y no debe pegarle al granito de fe ninguna biblia ni ningún corán ni ningún bagavad-gita ni nada de eso, sino que debe depositar su fe mediante actos y hechos perceptibles y comprobables, y no con palabras ni argumentos.

Erase pues un sembrador de fe que iba por la vida sembrando fe, -incluso sin salir de su casa-. Y como no tenía semillas, -(porque no hay ni se venden semillas verdaderas de fe en las tiendas de ninguna clase, ni en ninguna otra parte)-, tenía que sacárselas él mismo de su propio corazón, que es como un huerto donde crecen los árboles de fe y dan todos los años una cantidad enorme de frutos y de semillitas invisibles. El Sol que ilumina al huerto no es el mismo sol que ilumina al mundo de los hombres y de las mujeres, sino otro.

Iba pues el sembrador de fe sembrando sus granitos bajo la resplandeciente luz de un sol completamente invisible para todos -pero cálido y suave y luminoso e imprescindible para la vida verdadera-, y a él le daba igual que la gente no viera ni al Sol que hace crecer la fe ni a las semillas, porque tampoco pasa nada por no verlo. Así que en cada una de sus miradas y de sus sonrisas iba poniendo un grano de fe, -y la gente notaba algo raro, pero no sabía qué-.

En cierto modo resultaba ser un personaje extraordinariamente molesto para todo el mundo, como le pasa a tu perro cuando le echas en el pelo agua de colonia antes de sacarlo a pasear, -que los demás perros callejeros le toman por un perro marciano o algo así-. Resultaba molesto porque era totalmente incomprensible y sin embargo no parecían irle mal las cosas. Si el sembrador de fe hubiera sido un desgraciado de la vida ya sería otra cosa, y caería hasta simpático; pero ser raro y encima estar bien es un insulto imperdonable.

También hay que explicar lo de que no se puede ser pobre de espíritu si se quiere ser un auténtico y genuino sembrador de fe y que los granos funcionen en debida forma: Se mire como se mire ser pobre es mala cosa, y ser pobre de espíritu es todavía peor. Ser pobre de oro o de dinero es tener poco de oro o de dinero; y ser pobre de espíritu es tener poco de espíritu. Lo que conviene es todo lo contrario, -tener mucho espíritu y mucho oro y mucho dinero, o por lo menos de sobra para las necesidades básicas-. Sobre todo tener espíritu es importante para afrontar con éxito los riesgos y peligros de la vida y para poner al mal tiempo buena cara. Y además que cuando se tiene mucho espíritu termina uno por convertirse en espíritu puro, -y entonces sí que se está por encima de todas las cosas materiales y mundanas-.

Cuando se está por encima de todas las cosas materiales y mundanas uno valora a otras cosas verdaderamente valiosas, como la fe, -(y el gozo y los placeres estéticos e intelectivos, y el buen arte y la buena música)-, y si valora cosas realmente valiosas que no sean materiales ni mundanas, acaba por adquirirlas fácilmente, ya que nadie se las disputa.

Y ya -rizando el rizo- todo poseedor de tales cosas las regala.

Así que el sembrador de fe es el gran regalador -rara vez aceptado- de lo realmente valioso que puede tener la vida.

Manú

 

El cuadro

Preparó el lienzo, los pinceles, los pigmentos, la paleta, -todo lo necesario para pintar un hermoso cuadro con la idea que se le ocurriera-.

Tenía ojos para ver y manos para llevar los colores a sus lugares correspondientes; lo tenía todo, excepto el modelo que habría que reproducir.

Pintar en una tela la imagen de algo que está fuera de nosotros se hace con las técnicas que se enseñan en las escuelas que se dedican a enseñar a pintar, pero para pintar algo que no existe en ninguna parte hay que inventarlo todo sobre la marcha, bajo la dudosa guía del subconsciente.

Erase pues una persona totalmente decidida a pintar un cuadro, pero sin ni la más mínima idea de cómo se pinta un cuadro, -porque esta ignorancia era la condición sine qua non para su experimento-. "Pintar un cuadro sin que se produzca un milagro es una estupidez" se dijo para sus adentros. Y la profunda convicción que tal frase le produjo le situó exactamente en el lugar psíquico en el que todos los grandes pintores lograban plasmar sus obras maestras.

Calculó la tensión de su brazo derecho y de su mano, e imaginó el recorrido de los nervios hasta el lugar exacto del cerebro y del ramal hasta sus retinas.

No tenía ninguna prisa, pero estaba al acecho como un animal predador que espera a su presa. Aguardaba críticamente al automatismo de la inspiración.

Los nervios de su cuerpo empezaron a tensarse y a querer saltar sobre los colores de su paleta y sobre la tersa blancura de la tela, pero se contuvo.

Así permaneció todo el tiempo que le fue posible, soportando su tormenta interior y las imágenes entrevistas a la luz de sus relámpagos, sus seísmos y estremecimientos, su ansia por pintar y su desenfrenado deseo de hacerlo.

La autohipnosis le llegó relativamente pronto -sin lagunas de desánimo-, lenta y feroz y serena como la creación del alba. Sólo una pequeña luz azul permanecía alerta en el centro de su frente observándolo todo y reservándose su opinión. Su mano alzó el vuelo hacia el cielo blanco llevando en su pico la primera gota de color y el anhelo del primer trazo. . . -llegó y se posó y bebió en la blancura-, reemprendió el vuelo y volvió a su origen.

He aquí pues al módulo inicial, la primera palabra, el fíat creador, y en Ello está su propia lógica. Miró a la paleta de colores buscando a ciegas, lo encontró.

Fué y vino infinitas veces, reencarnación tras reencarnación de infinitas vidas similares y diferentes, hacía atrás y hacia adelante, tejiendo sueños y destejiéndolos, tomando residuos anteriores y reutilizándolos con nuevos añadidos de color y forma, fué y vino, y el rostro del cuadro iba cambiando, pero la avidez de la mano de su alma era siempre la misma, insaciable, tenaz, ardiente, ansiosa y amante hasta más allá de toda desesperación y de todo consuelo, y en cierto modo impasible, indiferente, absorta en una idea que estaba en la lejanía al otro lado de los resultados de la pintura y del cuadro mismo, como el anhelo fijo y estelar de un corazón que palpita en sístoles y diástoles -no para sí mismo, sino para llegar a alcanzar al espejismo de su deseo-, y retornaba vez tras vez lo que Ello fuera con el pretexto de estar pintando un cuadro, pero sabiendo perfectamente que se trata ahora y siempre se tratará de un objetivo completamente distinto, impensable e intraducible, y que ese objetivo es el único fin que justifica a todos los medios.

Dejó el cuadro sin terminar -pero rebosante de colores y de formas hasta en la última e infinitesimal partícula de superficie: Todo cuadro verdadero es inconcluso. Dejó el cuadro sin terminar porque ésta es la otra condición sine qua non de su trabajo, y la razón más profunda de su experimento: "Tengo que sobrepasar la plenitud" se ordenó imperiosamente. "Más Allá me atrae".

Cualquiera que viera el cuadro vería innumerables imágenes coherentes de un paisaje que discurre por todas las latitudes de la tierra y por toda la fauna y toda la flora y por todas las expresiones y actitudes del ser humano reales e imaginarias, y jamás vería en ningún lugar que el cuadro estuviera inacabado.

Pero lo está, -quien lo esta pintando sabe perfectamente que el cuadro está esperando inesperadas continuidades más allá de todo lo actualmente representable y de todas las imágenes que ni la más penetrante imaginación humana puede ni podrá jamás alcanzar-.

Manú

 

El secreto de la Música

Todos cuantos hayáis visto alguna vez la admirable película titulada "Todas las mañanas del mundo" habéis tenido la oportunidad de comprender -o cuando menos de conocer- cuál es el secreto y el misterio originario y más profundo de la Música, que es revelado al final de la película: "La Música es un abrevadero puesto para que los muertos puedan acercarse a beber".

Habemos o existimos numerosas y diversas clases de muertos, que volvemos vez tras vez a esto que llamamos Vida sedientos para beber diversamente en algún tipo de música. Somos muertos de muchas clases, pero todos padecemos la misma sed.

El primer instrumento musical fue una tibia humana hueca que alguien encontró en un cementerio y donde por casualidad sopló a modo de flauta.

Todos los muertos que allí habíamos nos estremecimos al oír aquel sonido.

Quisimos incorporarnos en nuestras tumbas al llegarnos un sonido más penetrante que el del viento en los cañaverales y que el grito más agudo de los pájaros, pero no nos fue posible, porque los cuerpos muertos no pueden moverse por sí mismos. Entonces hubo que buscar algún camino para acudir a la llamada. Y no hay ningún otro camino para regresar de la muerte sino a través de un nuevo nacimiento.

Por eso hemos vuelto a la vida y volveremos a hacerlo siempre, -por sed de música-.

Después de aquel prístino momento de la tibia musicaria fueron siendo inventados los instrumentos musicales, pero ninguno produce el mismo escalofrío que aquel hueso de muerto. El arpa y la lira, la flauta de Pan y la de dos cuerpos, el sistro, el timbal, el gong, el violín, el piano, el órgano, sólo dan aproximaciones al sonido que los muertos necesitamos oír frecuentemente.

"Quien bebiere de este agua volverá a tener sed; pero quien bebiere del agua que yo le daré no volverá jamás a tener sed sino que se convertirá en una fuenta de agua para la vida eterna" TÁNTO MONTA, -porque el resultado es provocar nuevas SED en los demás-.

La Vida y en general toda la Sinentropía son los resultados acumulados de la SED de Temblor Musical que tiene el Alma de la Realidad, (de la que todas nuestras almas forman parte). Tiene esa sed mucho que ver con el calambreo eléctrico, pero es mucho más sutil y refinado, porque no se trata de una cuestión simplemente física que podría estudiar la Ciencia, sino que es una cuestión profundamente psicológica que sólo puede ser estudiada por las mentes de los dioses.

Existen algunos diletantes y musicólogos que parecen haber atisbado el profundo Horror que late en el seno de ciertas composiciones musicales , tales como en algunas sonatas de Beethoven y en algunas de sus sinfonías, así como en las obras de otros varios autores: Es un Horror que hasta a los dioses espanta.

El señor de Saint Coulombe -(el de la película antes citada)- seguía enamorado de su esposa muerta. Y su viola era una fuente de agua viva para la vida eterna a la que el alma de su esposa acudía sedienta sin saber ni siquiera desde qué vientre ni desde qué cuna.

Jamás pues ni Saint Coulombe ni Beethoven volverán a ser músicos profesionales desde entonces, al menos en muchos siglos. Porque ser fuente o abrevadero para las almas que viven en la vida eterna es lo más espantoso que se puede ser, en este mundo y en cualquier otro. Ni todas las potencias del infierno podrían soportarlo.

Es inmensamente preferible mantenerse musicalmente ignorante en las siguientes vidas, -sin pasarse mucho de aporrear un piano o de rascar un violín-, para que nadie se enamore de nosotros por la Música que sepamos componer.

Es un consejo de buen amigo.

Manú

 

El Avatar

Existirá alguna vez una persona física y concreta en cuya alma habitará el espíritu de un dios, cuya misión será abrir ante la humanidad un nuevo horizonte de comprensión del destino de los seres y de las cosas.

Esa persona puede ser cualquier persona que tenga la capacidad de albergar a un dios en su alma, y que tenga también el talento necesario para respetar la presencia y el trabajo de ese dios.

Si algún dios nos habitara, él sabría cómo producir los eventos necesarios en nuestras vidas para él aprovechar nuestras reacciones de sistema estímulo-respuesta en orden a utilizarnos como instrumentos vivientes de su trabajo.

Tal vez el Avatar nunca se enterará de que lo es, ni podrá comprender dentro de sus parámetros racionales la estructura de la obra para la que es utilizado.

Hay empero algo que los teólogos llaman "unión hipostática" y que viene a ser una comunicación interior entre dos niveles de la consciencia del Avatar.

Por esa unión hipostática la persona instrumentalizada por la avataridad siente que algo importante y trascendente está ocurriendo en su vida y en la del mundo a través suyo, y que tal persona se halla en una ambigua situación a mitad de camino entre la de un mero espectador del acontecimiento y la de un esclavo implicado en operaciones que se ve obligado a realizar sin comprender.

Cualquiera de nosotros podemos estar albergando al Avatar de la nueva era. Y lo único que se nos exige es la plena disponibilidad al servicio del Destino.

Hay un modo muy fácil de evitar la esclavitud a cualquier proyecto del Destino: Negándonos a servirle. Y en tal caso seríamos desechados por no aptos para la operatividad avatárica del dios. Pero entonces nuestro destino personal descendería al rango del de los seres poco importantes, llamados "contingentes" en la terminología teológica clásica, y que no es necesario que existan.

Encambio, ni el dios más poderoso puede hacer nada sin alguna persona humana en cuyo alma habitar y cuyo cuerpo utilizar como instrumento de su trabajo. La persona en cuestión tendría así garantizados cuidados y atención divinos, como el caballo de un rey o el automóvil de un personaje importante.

Erase pues una persona en cuyo alma habita un espíritu que los hinduístas llaman Kalki. Esa persona tiene que estar existiendo en algún lugar de este astro en que habitamos. Tal vez aún no haya nacido o tarde varios siglos en hacerlo, pero toda su Previedad está siendo cuidadosamente programada, desde el principio de la existencia de la humanidad, o tal vez incluso desde mucho antes.

También parece lógico que la avatarización de un dios no sea un hecho único y puntual en el seno de toda la especie humana, sino que es muy probable que se trate de una constelación de Presencias estructuradas y organizadas en torno y función a un punto gestáltico común. En tal caso, muchos serían los llamados a participar solidariamente en el hecho trascendental a realizar.

El observador de este cuento encuentra curiosa e interesante la multiplicidad de teorías espirituales heterogéneas actualmente coexistentes en este mundo, y ve en ello el ambiente de caos y confusión propicio para una eclosión de Lo Inesperado Presentido. Es inexorable que Algo llegará, pero le es necesario hacerlo en forma imprevisible e incomprensible para evitar toda resistencia.

Toda forma de mundo en vigencia se resiste a morir y a ser sustituido por un nuevo orden de las cosas. Pero si esa forma de vida geopolítica y social no es congruente con el modo de estimulación de la nueva era tampoco reaccionará a algo que para ella es imperceptible. Kalki tendrá que ser alguien totalmente ajeno a los intereses ordinarios y extraordinarios de los mortales.

Pero será inmensamente poderoso por la Ausencia de intereses en lo que haga. Si alguien pudiera espiarle y filmar sus actos, vería sólamente acciones sin sentido ni coherencia efectuadas al margen del sentido común, dirigidas por una voluntad férrea y tenaz, y por una mente lúcida de decisiones exactas.

Estamos acostumbrados a esperar que se nos convenza con palabras; pero Kalki hablará con el lenguaje de los hechos, sin que éstos sean interpretables.

El resultado de su paso tampoco podrá ser comprendido, pero será el eje sobre el que girarán los futuros siglos y todas las cosas grandes y pequeñas.

El Avatar será como un capítulo más de los expedientes x, como una realidad sin comprobación, como un misterio omnipotente actuando desde la sombra.

M a n ú

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